martes, 24 de diciembre de 2013

61 mil indios guaraníes se preparan para la guerra, en Brasil




En Matto Grosso do Sul, Brasil, hay 61 mil indios guaranies, que ahora están en pie de guerra por sus tierras. 


La lucha por la tierra enfrenta a 61 mil indios guaranies asentados en Matto Grosso do Sul (Brasil) con hacendados y políticos. De acuerdo a informaciones de la policía Federal de ese país, la tensión podría desembocar en enfrentamientos armados. A continuación un material de investigación que realizó el diario El País, de España.

En la entrada de la pequeña comunidad Apyka’i, enclavada en un terreno cercano a una carretera federal de Dourados, en Mato Grosso do Sul, centro-oeste brasileño, dos indios apresurados se acercan a una portería improvisada al percibir la llegada de un auto. Asustados, aseguran en la mano un yvyrapara, una especie de vara de madera, pintada de blanco y decorada con detalles de colores, que usan para su defensa personal. Ponen cara de pocos amigos darse cuenta de que dentro del automóvil está el antropólogo Tonico Benites, de la etnia guarani-kaiowá como ellos. Abren, entonces, una amplia sonrisa.

Los dos estaban en estado de alerta. Minutos antes, dos hombres se habían acercado a la comunidad, donde el último año tres personas murieron, en circunstancias no esclarecidas. Los individuos aceleraron una moto e intentaron romper el alambre de la cerca para invadir el área. En tono intimidatorio, preguntaron por el cacique. Se fueron tras ser amenazados con un palo. Cuando el EL PAÍS llegó al lugar en el coche que llevaba el antropólogo, las marcas de los derrapes de la moto aún marcaban el suelo de tierra batida.

La tensión en Apyka’i es una pequeña muestra del clima de guerra que se instauró en Mato Grosso do Sul por la propiedad de las tierras. Es una “guerra-fría”, define un oficial de la Fuerza Nacional, especie de tropa de élite formada por hombres de la Policía Militar de varios Estados, que fue mandada a la región a finales del mes pasado por el Gobierno federal, precisamente para evitar que la situación llegue a convertirse en una guerra de hecho. Por cuestiones de seguridad, el Gobierno decidió no revelar el número de efectivos enviados.

Por un lado, están los cerca de 61.000 indios, la mayoría de las etnias guarani-kaiowá, guarani-nhandeva y terena, que viven en diez municipios del Estado y reivindican las tierras que pertenecían a sus ancestros. Ellos tienen como baza estudios antropológicos que prueban que las áreas ya fueron habitadas por sus parientes y, por eso, tienen derecho a ellas. Del otro, hay aproximadamente 60.000 hacendados que dicen que las tierras son suyas, y muestran el registro de propiedad para probarlo.

El impasse ocurre porque la Constitución de 1988 especifica que los pueblos indígenas tiene derecho a ocupar las llamadas tierras tradicionales. Pero, en las décadas que antecedieron a la Constitución, el Gobierno de Mato Grosso do Sul, así como los de otros Estados brasileños, retiraron a los indios de sus tierras y las vendieron a los terratenientes, que se convirtieron en los propietarios legales. El Gobierno Federal cree que las tierras deben devolverse a los indios y el Ministerio de Justicia ya autorizó la demarcación de muchas de ellas. Pero los hacendados, para evitar el desahucio, acuden a los tribunales y afirman que solo se irán si se les indemniza por el perjuicio, prolongando la discusión en los juzgados. El Gobierno del Estado dice que quién debe pagar la cuenta es la Unión, tutora de los indígenas en el país. Y la Unión delega la responsabilidad en el Estado, que vendió lo que no podía haber vendido.

“La FUNAI (Fundación Nacional de los Indios) viene aquí y dice que esa tierra fue de los indios en 1.500 y quiere que salgamos. ¿Por qué no va a pelearse con el Estado, que nos vendió esa tierra?”, se queja el diputado estatal Zé Teixeira, uno de los ruralistas más activos de la política brasileña, que ayudó a organizar una subasta, el pasado final de semana, en la que productores rurales recaudaron un millón de reales (unos 500.000 dólares) para contratar abogados y hacer propaganda de su causa. Las entidades indígenas afirman que el dinero servirá para instalar una milicia armada en la región y temen una masacre. Zé Teixeira lo niega.

Cansados de esperar que todos lleguen a un acuerdo, los indios decidieron resolver la cuestión por su cuenta. Pasaron a hacer lo que ellos llaman "retomar los territorios tradicionales": ocupan la tierra, montan un campamento y pasan a vivir allí, de forma precaria, hasta que la Justicia determine su salida. Según los productores rurales del Estado, hay, actualmente, 80 haciendas ocupadas por los indígenas. Solo este año, se "retomaron" siete territorios, más del doble que el año anterior (cuando se recuperaron tres). La mayoría se llevó a cabo, tras la muerte en mayo del indio terena Oziel Gabriel en el área indígena de Buritis, en el municipio de Sidrolândia. Durante una restitución de unas tierras, ordenada por la Justicia, Oziel fue alcanzado por un tiro de un policía federal. La repercusión del asesinato llevó a la Justicia a suspender la reintegración, pero la tensión con los agropecuaristas se acentuó. El último jueves, día 5, otro indio terena sufrió un atentado, esta vez en el municipio de Miranda: hombres encapuchados lo colocaron dentro de un coche y prendieron fuego al vehículo. El indio consiguió escapar.

Con la tensión creciente en la región, el Gobierno Federal aceptó comprar el área de Buritis, pero aún estudia cuál será el valor y con qué partida del presupuesto lo pagará. La decisión llegará en los próximos días. Los políticos que apoyan a los empresarios rurales en el Congreso Nacional presionan ahora al Gobierno de Dilma Rousseff para que apruebe un Proyecto de Enmienda a la Constitución que cambie la forma con la que se hace la demarcación de las tierras es hecha. No cabría más al Gobierno federal demarcar las tierras, como sucede actualmente. Esa función pasaría al Congreso, donde diputados y senadores llamados ruralistas tienen mucha fuerza. La presidencia considera que la medida sería “desastrosa”. Pero, aún así, los diputados consiguieron crear, el pasado martes 10 de diciembre, una comisión que estudiará el proyecto. La comisión fue aprobada bajo gritos de “asesinos” de los indígenas presentes en la sesión. El conflicto, ahora, promete enquistarse.

La retomada de territorio en Apyka’i sucedió el 15 de septiembre de este año, cuando la comunidad indígena ocupó una pequeña franja de tierra. Con los rostros pintados de rojo y negro, colores que simbolizan guerra y muerte para los guarani-kaiowá, y maracas en mano para dar ritmo al canto de lucha, se instalaron en medio de una plantación de caña-de-azúcar. A pesar de sentirse intimidados, afirman que no van a salir. Ni muertos. “Si fuéramos asesinados, traed una pala para enterrarnos aquí”, declaró la líder de la comunidad Damiana Cavani, de 69 años, en un vídeo registrado el día de la retomada de tierras.

En el campamento viven 130 familias que usan un río como baño y como fuente de agua, lo que de tanto en tanto deja grupos de niños enfermos con diarrea. Para cocinar, improvisan una especie de fogón de leña con pedazos de madera donde colocan directamente las cazuelas con alimentos donados. Para el cuarto de baño, hicieron una fosa alejada de sus casas, barracas hechas de madera vieja y cubiertas con lona. Duermen en colchonetas y, algunos, directamente en el suelo.

Los indios saben que, en cualquier momento, la Justicia puede exigir su salida. Pero temen algo peor: que muera alguien. No sería nada raro, ya que Mato Grosso do Sul está lleva la delantera en una triste estadística. Concentra el mayor número de muertes de indios de Brasil: 31 de las 51 ocurridas en 2012. Desde 2003, 554 indios brasileños perdieron sus vidas asesinados, 310 de ellos en el Estado del centro-oeste, apunta el Consejo Indigenista Missionário (CIMI).

Sentado en una antigua silla escolar, frente a una barraca de madera vieja, Ava Arandu, de 58 años, habitante de la comunidad, agarra del suelo un puñado de tierra, lo aprieta con fuerza y suelta, serio: “Mira bien ese color. El color de esa tierra es roja, como nosotros. No es blanca. El invasor aquí es el hacendado. Él vino, plantó la caña, soltó el ganado, destruyó nuestra vegetación. Pero somos nosotros los que tenemos derecho a esa tierra”, se indigna, con su penacho de plumas blancas en la cabeza, camisa blanca, pantalones vaqueros y una mirada exhausta.

Antes de la retomada del territorio, la comunidad vivía en la cuneta de la carretera, como viven aún al menos otras 30 aldeas del Estado. Se turna entre el área en la que está ahora y la orilla de la carretera desde, por lo menos, 1988. En 2002, los indios comenzaron a planear la forma con la que reivindicar las tierras, cuenta Rogério Kario de Sousa, 26 años, hijo de doña Damiana. Fue en ese año cuando su padre, Hilário, entonces cacique de la comunidad, murió atropellado por un coche en aquella misma carretera. Para ellos, el conductor tenía relación con los hacendados, que niegan cualquier ofensiva contra los indígenas.

Pero, después de la muerte de Hilário, las familias, con Damiana al frente, ocuparon la tierra de Apyka’i. En 2009, el terrateniente que ostenta el título de propiedad consiguió en la Justicia un mandato de reintegración de posesión del área y ellos volvieron al borde de la carretera. En 2010, los indios volvieron de nuevo. Una madrugada, unos desconocidos invadieron el campamento, una india fue violada y golpearon y dispararon a su marido. Los indios volvieron a salir de allí. Las idas y venidas ocurrieron otras dos veces, sin contar con la retomada actual.

En ese periodo, tres hijos y un nieto de Damiana murieron atropellados en la carretera. Una anciana, pariente de Damiana, también murió de forma misteriosa. Para los indios, fue envenenada.

Antônio Carlos Parra, delegado regional de la policía en Dourados, afirma que las muertes por atropello fueron investigadas y ninguna contó con la participación de los hacendados. "No hubo emboscada. Lo que hay es mucho indio borracho, que atraviesa una carretera con cunetas pequeñas y camiones grandes que no consiguen parar", dice.

El alcoholismo, la inseguridad generada por el conflicto, la incerteza sobre el futuro y las precarias condiciones de vida, trajeron a la aldea otro enemigo, esta vez invisible: el alcoholismo. Cuando EL PAÍS estuvo en el lugar, el pasado miércoles 5 de diciembre, al menos diez personas estaban extremadamente alcoholizadas, entre ellas un grupo de ancianos y una niña de, como mucho, 15 años.

La escena se repite en otras aldeas y por las calles de Dourados, donde muchos de los 11.000 indios de la reserva, localizada en lo que se convirtió en la periferia del municipio con el crecimiento de la ciudad, suelen ir para pedir dinero, buscar alimentos entre restos de basura y prostituirse. La reserva forma parte de un lote de ocho áreas creadas por el Gobierno Federal para el asentamiento de indios que habían sido retirados de sus tierras entre 1915 y 1928.

El concepto de reserva, hoy en desuso, reunió etnias y líderes diferentes en el mismo espacio, una falta de respeto a la cultura. Las áreas, con cerca de 3.000 hectáreas, continuaron del mismo tamaño mientras la población indígena se amplió. Hoy, están superpobladas, lo que dificulta la agricultura de subsistencia. Se hicieron, en palabras de los propios líderes locales, grandes favelas. Y viven todos los problemas que existen en espacios de exclusión: entre ellos, la violencia y el tráfico de drogas, incluyendo el crack.

Cansado de la situación, Chatalin Graito Benites, de 75 años, lideró hace dos años su grupo de 180 familias en un éxodo de la reserva hacia una tierra próxima donde vivía la familia en el pasado, cuenta él.

La aldea Tekoha Nhu Verá tiene pequeñas plantaciones de patata, mandioca, plátano y “caña de azúcar de indio”, que se diferencia de la del blanco porque no usa pesticidas, dice él. “Esa puedes chuparla que no da enfermedad, no da cáncer. La del hacendado tiene mucho veneno”, cuenta Chatalin, que se enorgullece de la longevidad de la familia: el padre vivió hasta los 127 años y la madre hasta los 118. Pero al ver un avión rociar veneno en la plantación de al lado, rectifica: “No se puede garantizar que sea cien por ciento libre de veneno. Ellos lo lanzan allí y vuela todo hacia aquí”, apunta él antes de pedir permiso a la reportera, entrar en su cueva y volver con un penacho de plumas de colores en la cabeza, para no dejar dudas de que él es el líder allí.

En otras tierras retomadas, el veneno usado en las plantaciones por el hacendado contamina los ríos, impidiendo que los indios beban el agua. En Guyraroka, en la vecina Caarapó, nueve de las diez vacas mantenidas por los indios murieron envenenadas.

El sufrimiento provocado por la situación también hace que el número de suicidios entre la población indígena sea elevado. Según Tonico, el antropólogo guarani-kaiowá que termina un doctorado en el Museo Nacional del Río de Janeiro sobre recuperación de tierras, al menos 1.000 indios se quitaron la vida desde la década de los 80. Algunos, aún niños. La mayoría ahorcados en los pocos árboles que aún existen en el área. “Es la falta de esperanza”, sentencia él.

Esa misma falta de esperanza alcanzó la aldea Guyraroka después de la muerte a cuchilladas del líder Ambrósio Vilhalva, de 52 años, el primer día de diciembre. “¿Cómo vamos a sobrevivir aquí sin la persona que luchaba por nosotros?”, preguntaba Adilizemari Vilhalva, 22 años, una de sus siete hijas. La comunidad ocupa parte de la propiedad del diputado ruralista Zé Teixeira desde el año 2000. En 2009, el Ministerio de Justicia reconoció, con base en estudios antropológicos, que la hacienda entera pertenencia a los indios, pero el hacendado fue a los tribunales, que permitieron que la aldea se quedara solo en un área de 60 hectáreas de un total de 5.000 mientras el caso llega a la última instancia.

Las otras 3.000 hectáreas están ocupadas por la plantación de caña y se alquilan a una fábrica por 1,6 millón de reales por año (unos 700.000 dólares). En cerca de 1.000 hectáreas, se planta soja, que da 1,4 millones de reales (600.000 dólares) al final de cada cosecha de cuatro meses y, en el resto del espacio, se cría ganado –actividad que fue perjudicada en los últimos años por el avance de la caña: solo en el Estado, hubo un aumento del 400% en el área destinada a la plantación entre 2002 y 2012, gracias a los incentivos dados por el Gobierno federal a las fábricas de caña.

La familia de Ambrósio vivía gracias a la cesta básica de alimentos que da el Gobierno y de los 550 reales (235 dólares) del subsidio Bolsa Familia, que recortaron el último mes porque los niños faltaron mucho a la escuela, que está lejos.

El líder pedía la construcción de una escuela en la aldea, pero el edificio donde se iba a instalar no pudo levantarse porque el área está en litigio. Allí tampoco hay luz, ya que los cables eléctricos no pudieron llegar hasta allí, pues tenían que pasar por el área de hacendados que no lo permitieron. Sin energía, una estación de bombeo de agua construida por el Gobierno para abastecerlos no funciona y dependen del agua del río que, a veces, se contamina con el pesticida.

Según la versión de la policía, a Ambrósio lo mató el suegro, que estaba borracho. La familia desconfía de la hipótesis. Dice que él ya había sufrido amenazas y relataba, a menudo, que un indígena había sido pagado para matarlo y que él escapó de una emboscada recientemente. El asesinato sucedió en una carretera de acceso a la casa familiar, de madrugada, durante una tempestad.

Golpeado en la cabeza, en el pecho y en el brazo, consiguió caminar hasta la cabaña.

Entró en mitad de la oscuridad, se apoyó en un mueble y, enseguida, cayó, sobre dos niños que dormían en el suelo de tierra batida. Con la casa sin energía, la familia solo se dio cuenta de que Ambrósio estaba herido cuando un rayo iluminó el espacio. Aún estaba con vida, pero no había a quien recurrir. No hay señal de celular, ni coche y la lluvia había inundado la carretera.

Ambrósio murió allí, durante la madrugada. Solo cuando se hizo de día y la lluvia paró pudieron llamar a una ambulancia, que ya llegó junto al coche funerario.

La comunidad ahora no sabe como va a sobrevivir. Vive allí, rodeada de las plantaciones que forman una gigante alfombra verde de plantaciones cuando se las ve desde el aire. La parte que le correspondió a Ambrósio de ese latifundio fue una fosa a medida, cavada allí mismo, cerca de la familia. Pero no se sabe hasta cuándo. Existe el riesgo de que, en cualquier momento, un tractor pase y revuelva la tierra donde están sus huesos, como ya sucedió en otros cementerios indígenas localizados en áreas en litigio en la región. Pero la comunidad promete no callarse. Así como su líder, quiere ver la tierra dividida.



Extraido del Diario El País, España

miércoles, 11 de diciembre de 2013

"¡QUE SALGAN DE RODILLAS!" Crónica sobre el sexto intento de toma del CONAMAQ




Este martes 10 de diciembre, llego la noticia que en el Jacha Tantachawi Wist´u de Conamaq,  demostradamente financiado por el gobierno, se había decidido la toma de las oficinas y la destitución de autoridades del Consejo.  Ante estas amenazas, la CONAMAQ orgánica decidió iniciar una vigilia  para evitar una posible toma violenta.

A partir de las siete, comenzaron a llegar paulatinamente taxis que transportaban a una gran cantidad de gente desde el Coliseo Evo Morales, sede del encuentro, quienes sobre todo provenían de la Nación  Chichas de Potosí, Qhapax Umasuyus de La Paz, una fracción de los ayllus de Oruro y gente de la Nación Qhara-Qhara. “Esa sede no es suya, le pertenece al Estado”, señalaban.

Los gritos provenían de un grupo de unas 100 personas que se reunieron en la puerta principal de CONAMAQ (gente afín al gobierno, en estado de ebriedad, y algunas que no pertenecen a ningún Suyu), que llegaron pidiendo alojamiento y bajo supuesto son de paz. Sin embargo, era esta misma gente la que en anteriores y reiteradas ocasiones ya había intentado tomar de manera violenta este Concejo indígena, desconociendo a las autoridades legítimas.

Amparo Carvajal, representante de derechos humanos, se apersonó al lugar e intentó mediar en el problema político. Sin embargo, la consigna oficialista estaba dada: el desalojo de las autoridades y la toma de las oficinas. Por tanto, luego del intento no exitoso de pacificación, Carvajal se retiró del lugar. Inmediatamente recomenzaron los gritos y propinaron una brutal paliza a personas que son parte de la CONAMAQ orgánica, así como a un activista de derechos humanos, quienes habían permanecido afuera en un intento de apaciguar la situación.

Luego de estos hechos, la violencia ejercida por parte de los afines al gobierno, recrudeció y comenzaron a patear la puerta principal que estaba resguardada interiormente por las autoridades orgánicas e indígenas de base, entre las que se encontraban madres con sus hijxs. Sin ninguna consideración, los gritos de amenazas hacia el conjunto que resguardaba la sede se exacerbaron hasta el punto de llegar a amenazas de muerte: ““¡¡¡Estás muerto!!!”, “¡¡¡Les vamos a matar!!”, “¡¡Va a ser hoy por las buenas o por las malas!!”.

Fue tal la violencia que lograron, finalmente, con palos preparados con antelación, destrozar y abrir la puerta. Sin embargo, la segunda puerta quedó protegida por una barricada armada por la vigilia protagonizada sobre todo por valientes Mamas T´allas. Mientras tanto, llegó la policía que se apersono únicamente para negociar el abandono y la rendición de las autoridades legítimas. La gente se resistió alegando que no tenían donde quedarse; la policía les dijo que ese “no era su problema”. El mismísimo Comandante de la Policía, que llegó al lugar, reiteró que las personas que estaban dentro deberían abandonar el lugar para “guardar su seguridad”. Sin embargo, horas más tarde, estando ya fuera, se lo escuchó diciendo a la gente del MAS que “no se preocupen, si no salen los vamos a sacar de la oreja”.

Agentes de Inteligencia y de la UTOP negociaron la entrada de representantes de la fracción progobierno, quienes además de exigir la entrega de las oficinas aceptaron claramente su inclinación partidaria: “ahora tenemos canchas de césped sintético”. Además, justificaron su accionar con críticas a algunas exautoridades por pactos inconsultos: “han pactado con el partido verde sin consultar”, en un tono de reclamo ante la insubordinación de las autoridades orgánicas “al hermano Evo” y al partido de gobierno. Las autoridades y bases, sobre todo mujeres, se opusieron totalmente a esas exigencias, ya que el congreso financiado por el gobierno no era orgánico y que por lo tanto las supuestas autoridades que reclamaban la entrega de la sede, no estarían reconocidas por los 16 suyus. Entre palabras y entredichos se “acordó” un encuentro para este miércoles 11 de diciembre, a las 9 de la mañana en las inmediaciones de derechos humanos.

Finalmente y ante las amenazas de toma, la salida era inevitable: u ocupaba el lugar la policía, o tomaban el lugar lxs Wist´us, lo cual representa prácticamente lo mismo. Continuaban los gritos: “¡Que salgan de rodillas!!!”

La lluvia caía  y la policía tardó mucho en lograr que la vigilia abandonase la sede, finalmente las mamas salieron llorando,  resguardadas por la policía y en medio de silbatinas, burlas e insultos.

Al abandonar la sede, los indígenas en vigilia, afirmaron que su retirada momentánea respondía al cumplimiento de su palabra para evitar más conflicto y agresión. La retirada final no fue menos preocupante, ya que las oficinas del CONAMAQ quedaron bajo la custodia, nada más ni nada menos, que de la policía quienes, una vez desalojados ambos grupos (lxs Wist’us y las autoridades orgánicas), ingresaron a las oficinas. Cuando se les interrogó el motivo del allanamiento, lo justificaron con el pretexto de que el Comandante de la Policía “había olvidado su celular”.

De esta manera se consumó la división y pelea entre las mismas comunidades, más allá del hecho de la toma de la sede, está el intento de división de organizaciones indígenas y la creación y agudización de las pugnas internas entre comunidades, como se hizo en el TIPNIS, y con la CIDOB.

Todos estos acontecimientos, hacen manifiesta la estrategia del gobierno reformista de anular, por todos los medios, la potencia subversiva de los pueblos indígenas, a partir de la desestabilización de sus organizaciones y la cooptación de las dirigencias. No es casual que la misma estrategia haya sido utilizada con organizaciones sindicales. Los acontecimientos del 10 de diciembre dejan en claro que el actual gobierno de “izquierda” reformista ha resultado más funcional al colonialismo y al propio capitalismo, al que se precian tanto de criticar. Esto puede observarse en prácticas eminentemente hegemonistas, características de la política moderna, como la división de las organizaciones o la cooptación de dirigencias, sustentadas además en la promesa de un bienestar capitalista absolutamente ilusorio (canchas de césped sintético, servicios básicos). De esta manera es cómo se consuma el colonialismo, a través de las políticas pseudo-modernistas del gobierno y la alienación que las mismas producen, resultando más funcionales al capitalismo que las propias derechas reaccionarias.

Esta comprensión de los hechos, la cooptación y la manera en cómo esta dinámica hegemonista contribuye también al colonialismo, la llevan a cabo las propias autoridades orgánicas que fueron recusadas: “ellos no están peleando por la reconstitución de territorios ni por cuidar los recursos, si no por cargos políticos y por el dinero que les están pagando por este congreso”. Esta es la miseria de la política reformista actual.

Por todo lo anotado, el CONAMAQ se declara en estado de alerta y convoca a la solidaridad de toda la población, solicitando además se garantice la integridad, tanto personal de las dirigencias, como de la organización, en espera al Jach’a T’antachawi legítimo.

¡JALLALLA la resistencia de los pueblos!














lunes, 2 de diciembre de 2013

Una deuda histórica (EL ELN Y EL CASO DE L@S ASESINAD@S Y DESAPARECID@S LOS 60 Y 70) y la busqueda de justicia

Una deuda histórica
EL ELN Y EL CASO DE L@S ASESINAD@S Y DESAPARECID@S EN LOS 60 Y 70

Con 40 años de ausencia y búsqueda, de persecución e indiferencia, tras tres huelgas de hambre, con agresiones y hostigamientos, con una golpiza de por medio, el pasado 25 de noviembre Marta Montiel, toma las oficinas de la Defensoría del Pueblo, en la ciudad de La Paz, en una huelga de hambre...otra vez por justicia!

El día que la entrevistamos, fuimos testigos de la violencia ejercida contra la medida de protesta de la compañera, desde la repartija de comida cerca de la sala donde se encontraba, hasta la revisión exhaustiva de visitas y material que ingresa. Con un pijcho y unos cigarros que joden a los oficinistas, recordándoles la inexistencia de justicia, Marta nos cuenta su largo camino en el desmantelamiento del caso Teoponte, la búsqueda de los restos de su padre y. la justicia que no llega.




Tirso Montiel Martínez
Combatiente del Ejército de Liberación Nacional

La guerrilla y la generación de los 60 y 70

Tirso Montiel, ex carabinero chileno de ascendencia mapuche, junto a varios jóvenes chilenos, argentinos, peruanos y bolivianos, entre otrxs, partieron hacia Alto Beni (La Paz) para continuar la lucha del Comandante Ernesto Guevara en Bolivia. Teoponte y las regiones aledañas, se convirtieron entonces en el teatro de operaciones del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y la lucha que sostuvo éste contra el hambre, los soldados, y los oficiales militares -entrenados en y por Estados Unidos para torturar y matar a guerrillerxs y destrozar movimientos populares, campesinos en Latinoamérica-.

Desde esta calurosa y ya selvática zona a 300 kilómetros al norte de la ciudad de La Paz, y cientos de kilómetros más lejos de la tierra donde nació y vivió Montiel, salió la noticia que su hija Marta, supo tiempo después:

"Este proceso empieza precisamente el `70 cuando yo tenía 8 años y me he levantado a la media noche a ver que mi abuela estaba llorando viendo el informativo, y he quedao pegada en la pantalla del televisor cuando decían que a mi papá le habían matado acá, que había muerto en la guerrilla…"

 Dicen que el gobierno del general Ovando, llegó a desplegar, en cierto momento, 500 soldados por cada guerrillero, y se ha confirmado que los aviones militares arrojaron NAPALM desde las alturas contra los “elenos”. Una parte de la juventud revolucionaria y de izquierda de los 60 y 70 en Bolivia y muchos otros países, quedó marcada indeleblemente con la lucha y las ideas que planteaban Che Guevara y luego el ELN; apostó su vida en el retorno a las montañas, que había anunciado Inti Peredo.

A la próxima generación, la de Marta Montiel, le quedó vivir todos los años temibles de la noche pinochetista en Chile, el Plan Cóndor y la bota militar. Con la impronta de la guerra librada por su padre en Bolivia, Marta comenzó a participar de la resistencia a la dictadura:

"De ahí se albergó eso de ya venir acá, algún día, después ya bueno vino la dictadura en Chile, se hizo más difícil, dictadura aquí, dictadura allá, a los 15 años ya tenía responsabilidad política en la resistencia en Chile, empecé a luchar allá de los 15 años, ya tenía ya juicio, me entere la primera vez porque mi papa murió cuando mataron a una mujer embarazada en la calle los milicos en Chile , le atravesaron el vientre con la bayoneta y no quedando tranquilo el webón con eso de atravesarla, sino que ella murió instantáneamente la mamá, pero la wawa en el vientre le empezó a saltar así, y este desgraciado, va el milico y le hace así con la bayoneta a la wawa, yo ya estaba… llegue verde a mi casa, así empecé , ahí es donde comprendí por la cual mi papá cayo aquí. En lo primero que milite fue en la juventud Miguel Enríquez"

Las torturas que vivió paradójicamente en la denominada época democrática en Chile[1], son las huellas que llevan cientos de personas detenidas y torturadas no únicamente ahí, sino en todos los países que vivieron dictaduras abiertas o disfrazadas:

"A los 17 años tuve mi hijo y empecé la universidad y yo con siempre el propósito de venir algún día a Bolivia, (…) perdí a mi compañero que lo mataron en Chile, nos despedimos en la mañana y ya no volvió más. El 90 caigo detenida yo, justo cuando llega la pseudo democracia en Chile caigo yo detenida, y estoy un año… por la ley antiterrorista, la ley de control de armas y explosivos, me juzga la fiscalía militar y al final bueno la tortura padezco, me dejan inválida, con escoliosis, tengo secuelas de escoliosis y discopatía y tengo también la esterilidad en los órganos genitales. Después de eso salgo de la cárcel, con el firme propósito ya de venir acá a Bolivia, pero lo primero tenía que hacer era caminar, rehabilitarme salir de las muletas, volar todo el cuento de la violación en la tortura, todo eso, es un trabajo que tienes que irte limpiando, no es así rápido (…) Me demore 2 años y medio en caminar como lo estoy haciendo ahora"
 
Como unidos por una misma raíz de ideas y batallas, lxs hijxs de lxs desaparecidxs o muertxs en las épocas dictatoriales y los caídos en combate en los núcleos guerrilleros, comienzan de diversas formas, otra ruta de una lucha general: la búsqueda de los restos de sus familiares.


Una deuda histórica

Según Marta Montiel, a su padre lo asesinaron los soldados que lo capturaron vivo, con machetes le destrozaron el cuerpo, le echaron sal en las heridas y lo dejaron ahí, dándole una ráfaga de balas luego. Recalca que no fueron simples tropas sino sobre todo el Alto Mando del ejército y grupos especiales como los Rangers, que recibían clases de tortura de sus maestros yankees, los Boinas Verdes.

"Decir que los soldados, gente del pueblo que va a hacer por ley el servicio militar tienen la culpa de los crímenes de Teoponte es una barbaridad, los soldados en primer lugar no fueron a la escuela de las Américas como Lince[2]"
 
La investigación sobre el paradero de los cadáveres de los guerrilleros, así como de los casos de lxs perseguidxs y desaparecidos políticos de las dictaduras, es una deuda histórica pendiente, así como lo es la investigación, esclarecimiento, identificación y juicio de / a los culpables de masacres y delitos de lesa humanidad, genocidio (en su variante "masacre sangrienta", como es el caso de Sánchez de Lozada). Esto es de interés no únicamente de los familiares de lxs desaparecidxs, asesinadxs o torturadxs, sino de todo el pueblo que ha luchado durante decenas de años contra las dictaduras, y contra las imposiciones neoliberales hasta ahora.

En esta búsqueda que identifique a los militares responsables de la muerte de los guerrilleros, y el paradero de los restos de su padre, Marta llega por primera vez en 1994. Acompañada de dos militares, uno conocido por ser un torturador (Raúl Solano Medina, involucrado en el secuestro del Diario del Che) y el otro de inteligencia, realiza un mes de excavaciones en las montañas. Sin resultados, Marta se va para volver inmediatamente en septiembre del mismo año ya con la firme tarea de hacer una investigación exhaustiva, e internarse en el terreno que vio morir a su padre todo el 94-95:

"Para marzo del 95 ya sabía dónde estaba mi papá y algunas tumbas más, pero quedaba por aclarar las otras, eso duro hasta octubre del 95 cuando llego a La Paz con datos de sepulturas confirmadas y doy a conocer a agencias de prensa, en esos días el general Vargas habla donde está El Che”

Marta tiene que salir y volver a entrar clandestinamente del país, asegura, por amenazas directas de la embajada norteamericana, y no es hasta el 2006 que confiada en que el gobierno de Evo Morales viabilizaría la entrega de los restos de su padre, empieza el segundo proceso de investigación:
 
  "El 2008, se abre el caso de Teoponte, con nombre de los guerrilleros, empiezo a entregar pruebas, mapas, certificaciones, menos nombres, por que hicimos un compromiso debido a que en el tiempo de Jaime Paz Zamora cuando fue a sacar a su hermano vinieron dos indígenas a decir donde estaba los restos de Néstor, y luego ambos aparecieron degollados en el monte."

Sin embargo la apertura del proceso no hizo más que enfrascar la búsqueda en la burocracia, irregularidad, corrupción y retardación de la justicia boliviana. Este proceso fue develando encubrimientos forenses[3], complicidades fiscales, negligencias e irregularidad típicas con las que cualquier persona que busca justicia debe enfrentarse. Afirma Marta:
"Los forenses ni siquiera habían sacado pruebas de ADN a los restos. A los doce cuerpos rescatados no se dieron certificados de muerte; el gobierno no se responsabilizó de su movilidad y repatriación. El Fiscal Fiorilo se negó a llamar a declarar a testigos contra Lince alegando “ay doña Marta que quiere que venga el lince y me mate?”. En ninguna informe anual del alto comisionado salen informes de exhumaciones y eso que son casos de detenidos desaparecidos, por ejemplo estaban los huesos ahí de un compañero rodeado de casquillos de balas, yo no soy abogada pero era fácil darse cuenta que murió por fusilamiento y la forense, sin la presencia de una fiscal (otra irregularidad) saca los huesitos y ordena se desaloje"



Las agresiones y la huelga de hambre

Esta obstinada búsqueda le ha causado una serie de persecuciones, amenazas y agresiones. El 2010 tras revelar el nombre, apellido y alias del asesino de su padre, empezó a recibir mensajes de textos a su celular bajo amenazas de muerte. Pero lo más grave llego hace unas semanas atrás, cuando tras dar colaborar a un reportaje para La Razón (23 de octubre) dando, entre otros, nombres de militares implicados, fue víctima de una golpiza y amenazas de muerte

"La entrevista salió el 23 de octubre, su sábado estoy caminando por el montículo y me encuentro con una persona que cada vez que se encontraba conmigo toca el celular. El martes por la noche, voy bordeando el montículo cuando siento que alguien me agarra del pelo me jala y me tira la cabeza y la cara contra la pared fuerte!, perdí el conocimiento al tiro, despierto y estaba entremedio de dos hombres, adentro de un vehículo, lo único que me dijeron era que no tenía que hablarle más a la prensa, que si lo volvía a hacer me iban a matar. Yo no sé qué me hacen allí, no podía ver bien porque la sangre me tapaba, tenía la vista nublada, quería sacarme la sangre para verlos pero los tipos me agarraban las manos, queriendo que la sangre me tape los ojos. Después siento que me botan del vehículo y me dejan en la calle desmayada."
      "Esa agresión dio rabia, por el sentido de la forma cobarde,   por   solo pedir justicia, por señalar a los culpables, por estar haciendo un favor aquí a la justicia, que te amenacen, te persigan y pongan en peligro tu vida como en los mejores tiempos de dictadura, secuestro a familiares en pleno siglo XXI ya no debería ser. Eso encaro bronca y vino la decisión de hacer algo al respecto."

 
  Marta Montiel, que ha ingresado en su séptimo día de su medida de protesta, ha redactado 10 puntos de demanda para levantar esta huelga de hambre, entre las cuales esta; se le den garantías, se detengan estos amedrentamientos, se inicie la inspección ocular y trabajo de campo en Teoponte, se desclasifiquen los archivos y destituya autoridades que entorpecen el proceso (Patricia Santos y Carlos Fiorilo[4]):

"Yo no me voy a quedar tranquila, no soy de las familiares que se va ir con su huesito a casa, a mí me van a tener que dar con la identidad, con la causa de muerte, con el criminal, me lo tiene que poner al frente yo no voy descansar hasta que el Lince este en la cárcel, junto con los 50 militares, hasta que haya juicio y castigo a los culpables."


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Notas

[1] El caso de Marta Montiel y otrxs otros presxs políticxs en Chile, se halla documentado por Amnistía Internacional: http://www.amnesty.org/es/library/asset/AMR22/003/1991/en/b4e976f3-ee4b-11dd-9381-bdd29f83d3a8/amr220031991es.pdf
[2] El Lince es el alias del teniente Javier Hinojosa Valdés.
[3] Es el caso de las denuncias contra el forense Doctor Antonio Torrez Balanza, quién siendo director del Instituto de Investigaciones Forenses el 2010, fue acusado con documentación por haber sido parte como médico forense, de los castigos y torturas a detenidos políticos en los casos de las guerrillas Comisión Néstor Paz Zamora (CNPZ ) y el Ejército Guerrillero Tupak Katari (EGTK), en los 90. Así también se lo mencionó en las denuncias de irregularidades sobre los certificados forenses hechos por médicos forenses designados por Torrez, en el Caso Masacre del Porvenir del 2008.
[4] Ambos, fiscales a cargo de los procesos más emblemáticos de Estado, todos obstruidos por retardación de justicia: Caso Chaparina, la Calancha, Caranavi, Ñancahuazú, Teoponte, montaje caso Terrorismo del 29 de mayo.
mayo, entre otros.

lunes, 14 de octubre de 2013

LA GUERRA DEL GAS: "¡MUERA GONZALO SÁNCHEZ DE LOZADA! ¡GAS PARA BOLIVIA!" (REPORTAJE SONORO DE RADIO PACHAMAMA 106.1. El 10, 11 Y 12 DE OCTUBRE DE 2003, EL ALTO)

LA "CARAVANA DE LA MUERTE" (11 de octubre)


Se está velando a Walter Huanca, vecino de la zona Ballivián, quien cayó el 10 de octubre, tras ataques demilitares armados contra vecinos alteños en la Plaza Ballivián. Luego de refriegas en las calles, el día sábado 11 de octubre, el gobierno de Sánchez de Lozada, ordenó la salida de convoys a través de la avenida 6 de marzo y el camino a Oruro. La caravana iba resguardada por militares que abrieron fuego contra los vecinos de Santiago Segundo, y los barrios aledaños,  hicieron una resistencia con piedras, palos y zanjas.
Así la caravana avanzaba lentamente dejando heridos por donde pasaba, casi por la noche se escuchó que los militares habían matado a un niño: Alex Llusco, de 5 años, la bala le llegó a la cabeza mientras miraba de la terraza de su casa... las laderas paceñas escucharon estas terribles noticias por las radios Erbol y Pachamama, y la indignación cundió rápidamente.
En un cielo que anochecía con helicópteros rondando y acechando por los aires, las barricadas hechas con adoquines comenzaron a aparecer por Munaypata, Avenida Kollasuyo, Cementerio, Villa Victoria, La Portada, las ráfagas de metralletas se escuchaban como con eco y los gritos de las personas. En las vigilias alteñas no se dormía y la gente se reorganizaba para continuar con el bloqueo de calles...

"LA MASACRE DE LA RAZA" (domingo, 12 de octubre)

Un vecino que logró hacer ingresar su llamada a la radio, dijo que ese 12 de octubre no era el "día de la raza", sino el día de la "masacre de la raza"... porque en su gran mayoría la gente que estaba cayendo bajo las balas del ejército, era gente migrante de las comunidades...
El aymara resonaba en las asambleas barriales y en las barricadas y vigilias alteñas... por la tarde de ese domingo ya no se sabía cuantos muertos podían haber en el camino del norte, por Río Seco y San Roque. Lo que se alcanzaba a escuchar por los reportes de los mismos vecinos, es que había gente desangrándose en las calles de Villa Ingenio, gente que necesitaba ayuda y que era trasladada en lo que se podía, desde autos particulares o de parroquias, hasta carretillas... dramáticos llamados de la gente que atendía y trasladaba heridos y fallecidos para que se abran domicilios para atender a las personas que eran recogidas en las calles... y si alguien podía tener alguna medicina para aportar también era bienvenido, entre el llanto y la desesperación y sobre todo la impotencia por saber que estaban disparando casa por casa.. hasta que apareció de manera intempestiva, dicen que por una especie de milagro o, segun otros, por la ayuda de la Pachamama, una lluvia de granizo que dispersó a las tropas...




jueves, 10 de octubre de 2013

¡Basta ya de humillaciones!. Octubre en la Memoria (Reportaje sonoro, Radio Pachamama 106.1, El Alto

Jueves 9 de octubre


"Pero nosotros hemos aprendido en 1980 a hacer nuestra lucha, pero si el gobierno una baja más existe que se atenga a las consecuencias, demasiada humillación hemos recibido ya de este gobierno ¡basta ya de humillaciones". Eran las afirmaciones de un vecino alteño ante los acontecimientos  del segundo día de paro cívico en El Alto el 9 de octubre de 2003: el contingente del Sindicato Mixto de Trabajadores Mineros de Huanuni, llegó a Senkata, en el ingreso a El Alto, siendo apoyado por vecinos que intentaron unirse a la movilización que debería llegar a la ciudad de La Paz, en medio de una ola de movimientos impulsados por muchas organizaciones sociales (la CSUTCB, la FSTMB, la COB, la FEJUVE, la COR, entre las más representativas).

La columna central de la marcha fue rodeada por efectivos policiales y militares mientras trataba de avanzar. Dijeron los del gobierno que el trabajador minero José Luis Atahuichi murió por un mal manejo de dinamita, y los testigos oculares del hecho afirmaban que había sido "volado" literalmente por una granada de guerra que usó el ejército. De Ramiro Vargas dijeron que era un ladrón, pero en realidad era un vecino que había ido a apoyar a la columna minera reprimida por las fuerzas del estado, y que recibió un balazo en la cabeza, una bala proveniente del arma de fuego de algún policía o militar.

Estas muertes, como tantas otras que sucedieron después, provocaron la salida aún más masiva de los vecin@s alteñ@s, frente a la militarización de El Alto, reclamando la nacionalización e industrialización del gas, y rechazando la respuesta absolutamente violenta que el estado daba a los vecinos.

Esa noche mientras se velaba y lloraba a los dos fallecidos, se gestaba una masacre de grandes dimensiones, que se desató los días siguientes...